Hoy, 4 de diciembre, celebra la cristiandad la fiesta de Santa Bárbara que, según cuenta una antigua tradición, fue hija de un rey de principios del siglo III a la que su padre (de nombre, Dióscoro), temeroso de que se convirtiera al Cristianismo y/o contrajera nupcias excesivamente joven, no se le ocurre otra cosa que encerrar a su hija en un torreón y así evitar ambos “peligros”.
Pero, la niña (más lista que el padre, como suele ocurrir siempre) se supo rodear de personajes (entre los cuales cabe citar al erudito Orígenes) que la instruyeron en la poética y la filosofía, logrando al final que Bárbara se convirtiera al cristianismo. Lo primero que hizo, tras su bautismo fue abrir una tercera ventana (puede verse en todas las imágenes y representaciones de Santa Bárbara) en el torreón para simbolizar con ello la protección de la Santísima Trinidad.
Tras descubrir su papá la “gran afrenta” que su hija le había causado, la delata ante el tribunal romano y la conduce al martirio cortándole, él mismo, la cabeza a su propia hija, tras lo cual un rayo lo alcanzó, dándole muerte también. De ahí, su patronazgo sobre las tormentas y sobre todas aquellas profesiones y gremios que necesitan una especial protección por desarrollarse entre fuego, bombas, explosivos,… tales como, mineros, artilleros, bomberos, electricistas, feriantes, fundidores o canteros.
A su protección se acogen pueblos y ciudades, entre los cuales, por citar algunos, podemos encontrar Guijo de Santa Bárbara (CC), Peñarroya-Pueblonuevo (municipio cordobés con un glorioso pasado minero), Baza (Gr) o la ciudad californiana de Santa Bárbara
En el mundo de la minería es archiconocido el himno “Santa Bárbara bendita” que al unísono interpretan cada 4 de diciembre los aguerridos mineros y que eriza el vello a cualquiera que lo escuche.
Pues eso, que, “solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena”, pero ¿y el resto del tiempo que no está tronando? ¿A qué nos dedicamos?
Amigo lector, ¿lo has pillado?
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Hasta el próximo jueves.
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