Noviembre, mes de los santos, no de los del calendario sino de aquellos otros menos populares pero mucho más cercanos y queridos a los cuales tenemos presentes, de forma especial, a lo largo de todo este bendito mes.
Pero los santos del calendario, los “famosos”, los “galácticos del santoral”, son a los que acudimos, mayoritariamente, cuando atravesamos momentos de dificultad, necesidad o calamidad, en esas situaciones de “solo nos acordamos de Sta. Bárbara…”. San Blas para la garganta, San Antonio para los novios, para la vista Santa Lucía o San Judas Tadeo para las causas imposibles son muestra de algunos de los santos más recurridos por los creyentes (y en algunos casos, también por los no creyentes, ¡curioso esto!).
Ocurre que, algunas veces abrimos tantos y tantos frentes en esto de acudir a los santos (¡y/o santas!, no se me enfaden) que, realmente podríamos decir eso de que tenemos a un montón de estos personajes celestiales pendientes de que no nos olvidemos ponerles su vela, esto es, “deber a cada santo su vela”.
Son santos, no tontos. Saben de quiénes se pueden fiar. No son vengativos, pero sí justos. Al fin y al cabo son personas, excelentes, pero personas.
Con lo cual, amigos, “es de bien nacidos ser agradecidos”, y sí adquieres deudas, aunque sea con los un santo o una santa, no te olvides de “ponerles su vela”: ¡ese es el precio!
En fín.
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Hasta el próximo jueves.